jueves, 5 de septiembre de 2013

Las Órdenes Martinistas y la Francmasonería del siglo XVIII y XIX.



Próxima entrada de la Imprenta de Benjamín, el domingo 15 de septiembre.
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 Autor: Roger Dachez.

 
Título original:  Martinist Orders and Freemasonry
in France since the time of Papus
Extractado de The Canonbury Masonic Research Centre Papers. Volume 5:
Knowledge Of The Heart: Gnostic Movements and Secret Traditions.
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Para fines del siglo 19, la francmasonería francesa se había convertido en algo semejante a un partido político, pero los francmasones realmente no habían decidido ese rumbo; no habían tenido elección.

Aunque esto con frecuencia es mal interpretado o no reconocido, las logias francesas, establecidas en Francia por los 1720s por masones ingleses e irlandeses, habían conservado los propósitos de sus fundadores tal como se expresan en el Libro de Constituciones de 1723, lo que es aparente en los primeros textos oficiales masónicos franceses, “Devoirs enjoints aux maçons libres”( Deberes asignados a los francmasones) escrito en 1735 después que su existencia llegó a ser conocida públicamente. Es una traducción libre y con todo, bastante confiable de los Cargos de un Francmasón compilado por Anderson, aunque se trate, más precisamente, de una diplomática adaptación.
Por ejemplo, donde el texto inglés dice: “Se considera más conveniente obligarles a aquella religión en la que todos los hombres están de acuerdo”, en la traducción francesa de 1735 se lee: “… aquella religión en la que todos los cristianos acuerdan”. (cette religión dont tout chrétien convient)”. 

Esto establece una verdadera diferencia por que Francia y el Reino Unido no se parecían en nada.
Francia, en aquella época estaba bajo una monarquía absoluta con el joven Luis XV y el catolicismo romano no solo era la religión del estado sino la única permitida desde 1685 cuando Luis XIV decidió revocar el Edicto de Nantes que había dado a los protestantes la libertad de culto durante casi un siglo.

Durante la Era de la Razón, la Era del Iluminismo, la masonería francesa vivió en un estado de constante ambigüedad. Y sobre todo, ambigüedad por su status oficial.
El Gran Maestre desde 1743 a 1771, el Conde de Clermont, era un prominente miembro de la familia real, y su sucesor fue el Duque de Orleans, quien oficialmente era el “Primer Príncipe de la Sangre Real”, pero durante todo ese tiempo la francmasonería no tuvo derecho a existir legalmente ni recibió jamás algún reconocimiento oficial de las autoridades. Más aún, fue condenada y prohibida por el Papa, primero en 1738 y de nuevo en 1751.
Hay que decir que las bulas papales jamás tuvieron fuerza de ley en Francia porque el Rey- sostenido por la Iglesia francesa- celosamente retenía su poder absoluto aunque oficialmente era el “Muy Cristiano Rey” y que en la fidelidad del trono a la iglesia católica residía la mayor parte de su legitimidad.
Así es que, después de la Revolución Francesa de 1789 y la caída del primer Imperio en 1815, cuando la monarquía Borbón fue restaurada, la francmasonería  era vista por las autoridades y especialmente por el ala derecha de la sociedad francesa como un grupo de radicales- o por lo menos de peligrosos hombres progresistas- tanto en política como en religión.

En el curso del siglo 19, para aquellos que asignaban gran valor a los ideales de tolerancia, libertad de conciencia y fraternidad universal, la francmasonería era la única institución en Francia en la cual se podía llegar a poner en práctica tales ideas. Y para el fin del siglo, eso sencillamente era estar activamente involucrado en política.

Si la vieja monarquía francesa hubiera seguido el camino de la monarquía inglesa del siglo 18, la francmasonería francesa probablemente se hubiese desarrollado en una forma diferente. Pero por supuesto que no podemos asegurarlo, un historiador no es un novelista….

Por otra parte, la francmasonería francesa también tenía ambigüedades en cuanto a su espíritu y sus prácticas. El siglo 18 fue la Era del Iluminismo, por supuesto, pero también la Era de los Illuminati.

En las logias francesas de ese tiempo no solo se hallaban hombres como Montesquieu, Condorcet  y mas tarde Benjamín Franklin y hasta Voltaire, sino también  aquellos que buscaban secretos espirituales, místicos o herméticos.
Uno después de otro, los primitivos altos grados, los así llamados “ grados escoceses” , mantenidos en muy alta estima por los hermanos franceses, prometían revelar al candidato  ese “ Secreto último”. Pero dentro del espacio de unas semanas o meses, esos hermanos eran advertidos de que había aparecido un nuevo grado en la escala masónica: era la historia de nunca acabar, con distintos actores. Muchos de ellos eran honestos y genuinos, unos pocos francamente estafadores y otra cierta cantidad entre unos y otros.

En la ciudad de Lyon, la antigua capital de las Galias, un poblado muy católico y uno de los mayores cruces de caminos en las rutas de Francia, tres hombres, tres masones, jugaron un muy importante papel en la vida masónica de las últimas décadas del siglo 18: los ancestros del Martinismo.

-El primero de ellos era un hombre misterioso, o más precisamente, un hombre curioso, extraño. No sabemos exactamente cundo nació, pero fue entre 1710 y 1725 y aunque tampoco estamos seguros de dónde, con alguna probabilidad es que fuera en Grenoble. En cambio sí sabemos cuando y donde murió, fue en 1774 en Santo Domingo y las razones por las cuales había abandonado Francia dos años antes, permanecen sin aclararse. Oficialmente fue a recibir una delegación, pero ¿fue esa la única razón de su partida?
Hasta su propio nombre es incierto. La mayoría del tiempo se le conoció como Martines de Pasqually, otras como Pascuallis de la Tour o Jacques de la Tour de la Case: nadie sabe cuál era su verdadero nombre.


He leído muchas de sus cartas y están escritas en un lenguaje extraño, algo entre francés y español. Pasaba por ser un católico romano, pero es obvio que su familia era originalmente judía. En sus escritos con frecuencia se refiere, con un curioso neologismo  a sí mismo, a la  cuátriple esencia divina”.” Cuatriple”, como combinación de cuádruple- por las cuatro letras del Nombre Divino en la tradición judía- y “ triple” por las Tres personas de la Trinidad Cristiana!.
Dejo al lector juzgar la amplitud de su ecumenismo. Este hombre fue un enigma y su vida un rompecabezas. Sin embargo, por muchos años fue considerado como un Maestro por una cantidad de hombres inteligentes, sensibles y muy educados.
Se llamaban así mismos sus “ emules”, debido a que pretendían “emular” a su Maestro. Para ellos fue el “Gran Soberano” porque gracias a él fueron- o podían aspirar  a serlo- los Elegidos. Los “Elegidos Coens”, “Elegidos Sacerdotes” según el “ Culto Primitivo” del cual Martines era el moderno profeta.
Martines era un francmasón pero, es inevitable, no sabemos ni donde ni cuando fue admitido al Oficio. En los 1750s fue fundador de varias logias, y luego de algunos años sin mucho éxito,  estableció su propia Orden.
Esta, aparentemente era masónica, con grados como los de Aprendiz, Compañero, Maestro y aún Maestro Elegido o Caballero de Oriente.

Pero todo eso no era sino una fachada. El corazón de la orden, hablando así, no era masonería sino algo más aterrador y hasta fascinante: era Teurgia, o ceremonias mágicas diseñadas con la intención de hacer aparecer seres espirituales, ángeles de alto rango y hasta el propio Señor!.
Por cerca de seis años, antes de su viaje final a Santo Domingo, sus discípulos, pocos en número pero muy dedicados, trabajaron junto a él en sus templos. En las impresionantes ceremonias de la orden, algunos de ellos recibían signos tangibles de la presencia divina: luces en las tinieblas y apagados sonidos mientras que otros no escuchaban ni veían nada de nada.
Y por último estaba el magnum opus del Maestro: un tratado que había comenzado a dictar a su secretario privado alrededor de 1770 y que jamás completó. Se trataba de un comentario a la biblia, especialmente sobre el Libro del Génesis, seguido de una historia sagrada no conocida de la humanidad. Pero detrás de la historia había una doctrina.
La doctrina de la “ Reintegración”, la reincorporación, la readmisión del hombre a su divina y primitiva naturaleza y la absorción o reabsorción final del mundo entero en el divino misterio.
Tal era el objetivo de la Orden y la misión del Elegido.

En  1774, Martines falleció en el otro lado del  mundo y sus discípulos quedaron solos. El Gran Crepúsculo del mundo había sido retrasado. En pocos meses, unos dos años, los templos quedaron desiertos, pero algunos de los Elegidos comenzaron a ser conocidos como  Martinistas” en recuerdo de Martines, intentaron encontrar su propia vía sin su Maestro.

Uno de ellos, el segundo ancestro del Martinismo, vivió en Lyon donde Martines había establecido un templo de su Orden en 1767. Este hombre se llamaba Jean Baptiste Willermoz.
Había siso un prominente masón por cerca de veinte años y una de las figuras líderes de la masonería de Lyon. Por años había trabajado los rituales de la orden de Martines, pero sin tener ningún éxito en ver o escuchar alguna cosa del mundo espiritual.
Después de la partida de Martines, de Francia y pronto de la vida, Willermoz decidió reunir dos cosas bien distintas: masonería y la doctrina de Martines de la Reintegración.
Se abandonaron las ceremonias mágicas y Willermoz creó el Rito Escocés rectificado. En este sistema masónico hay varios aspectos problemáticos, especialmente la leyenda Templaria que es la base de su Orden interior, la orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, pero este no es el tema de este artículo y es una digresión.

El otro problema es el lugar de las doctrinas de Martines en los rituales masónicos escritos por Willermoz. Es en verdad un lugar extraño porque se entiende que esa doctrina está presente pero jamás claramente expresada en tales rituales.
El Rito Escocés Rectificado es masónico, puramente masónico y no hay lugar en él para la magia. Pero para uno que conoce los trabajos de Martines, algunos detalles son sugestivos.
Por ejemplo, en el tercer grado, las velas de la logia están dispuestas tal de evocar, conjurar- en el total sentido de la palabra evocar- la disolución final de la materia inanimada antes de la reabsorción del mundo en la Divina Substancia.
Pero por supuesto todo esto es solo sugerido y uno puede apreciar y hasta disfrutar el Rito Escocés Rectificado sin saber nada de esas claves esotéricas de los rituales.

Esta fue la elección de Willermoz: retener la doctrina de Martines pero sin teúrgia y usar de los rituales masónicos para ilustrar con discreción su visión del destino humano.

Y hubo un tercer hombre, uno de los mas cercanos discípulos de Martines, aquel a quien había dictado su tratado y su nombre curiosamente era como un eco del de su Maestro: Louis-Claude de Saint-Martin, el tercero y final ancestro del martinismo.
Provenía de una familia noble pero pobre y comenzó su vida adulta en el ejército, pero no estaba hecho para la vida militar. Era una persona muy amable, pacífica y soñadora, un devoto cristiano inclinado al misticismo. Y sin embargo este hombre muy educado y de inteligencia superior se convirtió en uno de los mas entusiastas discípulos de Martines- aunque no estoy seguro de que la palabra “ entusiasta” fuese la apropiada para él. Además era francmasón y amigo íntimo de Willermoz.
 Después de la muerte de Martines volvió a Lyon para trabajar con Willermoz y tratar de pasar la antorcha de su doctrina a los jóvenes seguidores de su Maestro, pero luego de algún tiempo  ya estaba desilusionado. Jamás había sido partidario de las ceremonias mágicas ni de la francmasonería. En 1775 comenzó una nueva carrera, se convirtió en autor.
 Su Primer libro “Des erreurs et de la vérité” ( De los errores y de la verdad) era un libro enigmático. Voltaire dijo que jamás había leído algo tan necio. En efecto, el vocabulario del libro parece alusivo y vago, pero es como un mensaje codificado conteniendo los mayores credos de Martines. Y en efecto se exponía su doctrina y es lo más probable porque Saint Martin decidió publicarlo bajo un seudónimo.
Todo su libro apareció bajo el nombre de “El Filósofo Desconocido”. Al pasar de los años, Saint- -Martin llegó a ser bien conocido y algunos años después de la Revolución en los círculos literarios de París, ya era el “ Filosofo mas conocido”. No obstante eso, Saint- Martin permaneció como un hombre sencillo y modesto. Hasta el final de su vida- murió en 1803 a los cincuenta años de edad- jamás renegó de su Maestro, sino que había optado por otra vía, que llamaba “ Vía del corazón”: sin magia ni rituales, solo meditación y oración.  Puede decirse que practicaba una teúrgia no operativa, sino mas bien “ simbólica o especulativa”.

Y ya era el comienzo del siglo 19 y también de un nuevo mundo en Francia.
La antigua sociedad había muerto. Martines estaba lejos y el Rito Escocés Rectificado había desaparecido en Francia para cuando Willermoz murió en 1824 a los 94 años y sin un sucesor. Aparentemente este era el final de la historia. 

Ahora debemos retroceder al comienzo de este artículo, donde yo les decía que a fines del siglo 19, la francmasonería francesa se había convertido en algo semejante a un partido político. Y debo disculparme porque todo esto no han sido mas que los preliminares.
La segunda mitad del siglo 19 no solo fue la Era de la Razón, como el siglo anterior, sino además la Era de la Ciencia. El Positivismo fue la corriente filosófica y, en Francia, la doctrina oficial de los líderes políticos progresistas.
Cuando Emile Littré, famoso filólogo y lexicógrafo, e hijo espiritual de Auguste Comte, fundador del positivismo fue admitido en la logia “La Clemente Amitié” del Gran Oriente de Francia, en París, fue como una suerte de evento nacional con gentes que llegaban por cientos, en su mayoría no masones y esperaban por la salida de Littré del edificio.
Curiosamente pero en el mismo sentido en que el siglo 18 había sido a la vez racionalista y místico, una nueva escuela de pensamiento apareció a mediados del siglo 19 en Francia- y también en Inglaterra- y se llamó “ Ocultismo”.

Dos hombres jugaron un importante papel definiendo la doctrina de este movimiento intelectual: Eliphas Levi y Stanislas de Guaïta.
Brevemente, el primero de ellos era un francmasón que fue a Inglaterra donde se reunía con otros masones que estaban involucrados en la fundación de una Societas Rosicruciana in Anglia (SRIA). Por otra parte, Stanislas de Guaita jamás fue hecho masón pero en 1888 se convirtió en el Gran Maestre de la “ Orden Kabalistica de la Rose-Croix”, un círculo esotérico dedicado a los “ estudios ocultos”. Por ese tiempo, uno de sus amigos, un miembro de la Camará de Dirección ( instrucción) de la orden Kabalistica, Gerard Encausse, creó una nueva Orden Iniciática que llamó Orden Martinista de la cual fue su primer Gran Maestre y Presidente del Consejo Supremo.

¿Quién era Gerard Encausse, este muy joven Gran Maestre de 23 años de edad?. Había nacido en 1865 en España y creció en Francia adonde se había trasladado su familia después del nacimiento. Se educó en el Colegio Rollin de París-como yo mismo un siglo después- aunque jamás me encontré con su fantasma en los oscuros corredores del viejo colegio.

Era un médico, practicante general que tuvo un gran éxito entre sus pacientes, pero muy tempranamente en su carrera quedó desilusionado ante el positivismo del Colegio de medicina. Era una época en que la ciencia iba realizando extraños descubrimientos, como por ejemplo el electromagnetismo o mas fascinante aún , los rayos x!.
Encausse pensaba que no existía lo “ sobrenatural”. Creó una revista llamada L¨Initiation que llevaba por lema esta curiosa sentencia:“ Lo Sobrenatural no existe”. Y sin embargo Encausse estaba convencido de que la magia era una realidad y no una ficción y que la ciencia podía mostrar porué y como era posible mover cosas a distancia, por ejemplo. Él creía en la astrología porque el magnetismo no estaba confinado a nuestro planeta. En su mente no existía contradicción entre la ciencia y la magia, no había discontinuidad entre materia y espíritu. Tenía menos de 25 años cuando publicó, en 1891 un libro de unas 1000 páginas titulado “Tratado Metódico de la Ciencia Oculta”. Era un libro heterogéneo con referencias no solo al platonismo o a lo pitagórico, los misterios del antiguo Egipto,  la cábala mágica y cristiana del Renacimiento, sino también a la electricidad y alquimia moderna.

Encausse decía a sus lectores que las ciencias modernas ya eran conocidas de los antiguos en el pasado en los círculos secretos de Memfis y Atenas y que esa antigua ciencia era la “Iniciación”.
Para revelar todos esos antiguos secretos, tomó un nombre místico, Papus y para promover su doctrina buscó una sociedad secreta, tratando sin éxito de unirla a la Francmasonería.

Por esa época el estudio de la magia y la iniciación no se consideraban como típicos asuntos masónicos en Francia, así que tanto las logias del Gran Oriente como las de la Gran Logia rehusaron admitirle como masón, ante lo cual decidió crear algo así como una “ supermasonería” a la que llamó Orden Martinista.


Papus realmente no estaba consciente de la doctrina de Martines y tenía un conocimiento muy superficial de los trabajos de Saint Martin.  Su enfoque era confuso y realmente no diferenciaba entre los Elegidos Coens, el Rito escocés Rectificado y la  “Vía del Corazón” tomada por Saint Martin.
Para Papus, Martines, Willermoz y Saint Martin tenían una cosa en común: su interés en los asuntos espirituales. El Tratado de Martines era demasiado complicado, el Rito Escocés Rectificado había desaparecido- salvo en Suiza, que para él era otro mundo- pero todavía se podían leer los libros de Saint Martin que parecían fáciles de comprender.

 Así que Papus creó su Orden de la nada, consciente de que Saint Martin en sus últimos años se había rehusado a ser hecho masón. Más aún, que había una clara incompatibilidad entre la doctrina espiritual del Filósofo Desconocido y un ritual de iniciación.

Con todo, Papus, alrededor de 1890 escribió el primer ritual de la Orden Martinista en tres grados :”Asociado”, “Iniciado” y “Superior Desconocido”, el mas alto.
 Los grupos Martinistas se llamaban “logias” aunque el Maestro de una logia martinista era el  Filósofo Desconocido”.
El trabajo resultó muy interesante porque Papus introdujo nuevos símbolos, especialmente  la “Máscara del Iniciado” y la “Capa del Sabio”.

En pocos años se crearon unas cinco o seis logias en París y en todas de ellas había francmasones, pero, por supuesto, la orden jamás recibió algún tipo de reconocimiento de los cuerpos masónicos y permaneció siendo muy pequeña.

En 1895, se fundó una rama americana y su líder, Edward Blitz, escribió un nuevo ritual de la Orden. Esta nueva versión sí que estaba grandemente influenciada por los rituales masónicos y fue traducida en 1913 por un prominente miembro de la Orden Francesa, Charles Detré, que había sido un traductor profesional en Londres.
La guerra mundial estalló en 1914 y Papus murió en 1916. Después de la guerra Charles Detré mantuvo el rango de Gran Maestro pero su legitimidad fue cuestionada.

Una segunda Orden Martinista paralela fue establecida en 1920 por Victor Blanchard, la Orden Martinista y Sinárquica, y por fin, en 1931 Jean Chaboseau , miembro del primer Supremo Consejo de la Orden, dio a luz una nueva rama que denominó Orden Tradicional Martinista.

Desde esa época más de diez “ Ordenes”- casi siempre muy pequeñas- han sido creadas pero no tengo intención en esta charla de halbar de la historia completa y a veces sin interés de esos cuerpos.
Desde 1930 existen grupos Martinistas en Bélgica, Suiza, Inglaterra, Canadá, USA y otros países exóticos. En Francia, donde la Orden Martinista fue creada hace poco más de un siglo, jamás ha llegado a se una gran organización.

Para concluir, sugiero que el Martinismo, en el sentido moderno del término, fue creado en Francia solo porque en aquella época la francmasonería francesa había olvidado el lado espiritual  del ritual masónico.

Para los francmasones franceses, en los 1880s, la masonería sostenía una ética republicana descripta como” una elevada moral laica” (un código de moral secular) porque en el mismo tiempo tenían que luchar contra el poder de una Iglesia que, desde 1738, jamás aceptó la existencia misma de la francmasonería.

Papus, no era un católico romano y - aunque se casó y fue sepultado de acuerdo al rito católico- proclamó siempre que era un “ libre cristiano” y en política, progresista.
Pensaba que la naturaleza era misteriosa e inteligible y creyó que la Edad de la Ciencia era la Edad de una nueva Revelación, que había llegado el tiempo de una reconciliación entre ciencia y religión, entre filosofía y misticismo, entre racionalismo y espiritualidad. Y por eso es que yo pienso que el Martinismo según Papus es el precursor del New Age.

Un siglo más tarde, todavía quedan algunos martinistas en Francia, la mayoría son francmasones y para ellos el martinismo es una Orden para-masónica dedicada a los estudios esotéricos o místicos. Pero hoy, muchos francmasones podrían probablemente coincidir con las ideas principales de Papus que sus predecesores de algunas décadas anteriores habían considerado. Y por todo eso es que la historia del martinismo es tan paradojal. En el siglo 18 el “ primer” Martinismo cubriendo cosas muy diferentes llegó a un final en la Edad de la razón.
En el siglo 19, el “ segundo “ Martinismo, sin relación verdadera con el primero, apareció y se desarrolló en la Edad de la Ciencia.
Y hoy en día permanece, la mayor parte de las veces, como siendo “ una forma de iniciación no identificable”: plena de contradicciones, de poesía, de hipótesis audaces y de ideas a veces generosas, y a veces delirantes. Dejadme decirlo, en una palabra: tan francés…..
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